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miércoles, 4 de mayo de 2011

La película mala de Barack

Ya en la antigua Grecia se decía “la frivolidad es necesaria para no estallar de intensidad”. Ésta parece ser la máxima de Barack Obama, un Nobel de La Paz venido a menos, un líder-espejismo, un tratado de marketing político.


¿Qué mejor manera de generar una buena dosis de frivolidad para liberar al pueblo americano, y por extensión salvar al resto del mundo, de las atrocidades cometidas por los terroristas islamistas (¿no es verdad, señor Barack?) que anunciar en prime time, con una sonrisa entre terriblemente estúpida y orgullosamente necia, el asesinato de Osama Bin Laden, jefe de la organización terrorista Al Qaeda?

Me gustaría, señor Os… Obama, ¡disculpe que confusión! ... sólo es una letra, me gustaría que fuese consciente de que no todo el campo es orégano y de la evidencia de que en otras latitudes del globo terrestre hay personas que son capaces de pensar por sí mismas. A muchos de los que estamos tras el televisor, la radio, Internet o las redes sociales no nos termina de convencer esta película, en la que un Nobel de La Paz, herniado por el peso de las expectativas incumplidas, se convierte en mano ejecutora de un asesinato (elevado a una cuestión de fe) y es jaleado por hacerlo en los informativos de todo el mundo con entradillas periodísticas del tipo “hoy es el día más feliz de mi vida”. Y es que la factura de calidad de esta película es pésima, esfuércese más para la próxima si nos quiere contar una de vaqueros, señor Obama, y un consejo: deje ese libro de Photoshop para aficionados y eche usted manos de efectos especiales, porque esta vez se ha visto claramente el making of, que ya sabemos cuánto se juega y que está aquejado de una fuerte caída de su nivel de popularidad.

Siguiendo el consejo de los sabios griegos antiguos y abandonándonos al encanto liberador de la frivolidad, podemos acudir a otros placeres para olvidar las malas películas, aunque nos dejen en un primer momento un molesto bochorno con sabor a vergüenza ajena; sólo nos queda la esperanza de que la película mala de Barack no nos traiga consecuencias realmente trágicas y dolorosas, de las que dejan herida, como una vendetta protagonizada por el fanatismo religioso árabe que nos haga ESTALLAR DE ODIO.

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